En esto conocerán que somos uno

 

 

 

Cuando preguntaron a un misionero si le gustaría que su iglesia enviadora practicara un cuidado y seguimiento a su familia, él respondió: “Sería muy importante para mí que alguien los acompañe, les mostraría el amor y cuidado de Dios y sería un buen testimonio para mi familia no creyente de lo que la iglesia es y a quien representa”.

La iglesia debe ser consciente que las familias de los misioneros enviados, provienen de trasfondos religiosos, denominacionales, y de personalidad muy variados. Pueden ser pentecostales, bautistas, católicos, ateos, evangélicos enojados con la iglesia, pastores, budistas, etc. Cómo acercarnos e involucrarnos con ellos es una tarea delicada y dedicada.

“Creo que, en el proceso de acompañar a las familias extendidas, sin importar sin son creyentes o no, debemos practicar un principio clave que nos va a ayudar a acercarnos efectivamente a todos: el respeto”, menciona Alexandra Mantilla, Cuidado Integral de FEDEMEC, Costa Rica. Habrá familias que serán más fáciles de tratar, abrirán sus corazones y vidas desde la primera vez, pero habrá otras con los que se tiene que caminar un largo camino para desarrollar confianza.

Cuando se trata de orar por la vida del misionero, ninguna familia va a negarse a que lo hagamos.

“Lo familiares no creyentes saben la naturaleza del ministerio que realizan sus seres queridos y también saben quiénes somos nosotros, en esto no debe haber ningún secreto”, aconseja Alexandra.

La oración toca el punto que tenemos en común: el interés por el bienestar del misionero que está en el campo.

En las reuniones con las familias es mejor ser prudente con los temas tratados.

“Cuando los tenemos a todos juntos procuramos que las reflexiones sean basadas en la Biblia, pero nunca tocamos temas controversiales, sino aquellos que sabemos son necesarios para todos, temas de ánimo, de consuelo, de paz”, agrega. Nuevamente el principio de respeto es clave.

Asimismo, el cuidado familiar puede tener un doble beneficio. Janet Clemente, misionera peruana, nos comentó que este ministerio anima a la familia, si esta no entendiera el trabajo del misionero; o viceversa, anima a la iglesia, cuando es la familia que entiende mejor el trabajo del misionero.

Pero, sobre todo, es una oportunidad para aplicar lo que Jesús dijo en Juan 17:20-23: “No te ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. Te pido que todos ellos estén unidos; que, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Les he dado la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola cosa, así como tú y yo somos una sola cosa: yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno, y que así el mundo pueda darse cuenta de que tú me enviaste, y que los amas como me amas a mí.”

El enfoque principal debe ser mostrar quién es Cristo, y cuál es Su Iglesia. Al acompañarlos, cuidar de ellos y de otros sin importar ese trasfondo del que provengan estamos mostrando ese amor y unidad de la que Jesús se refirió en este texto: “(que el mundo) pueda darse cuenta que el Padre lo envió y que los ama”.

 

 

 

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