Construyendo una cabaña con papá y re-construyendo mi vida
[[{“fid”:”2870″,”view_mode”:”default”,”fields”:{“format”:”default”,”alignment”:”center”,”field_file_image_alt_text[und][0][value]”:false,”field_file_image_title_text[und][0][value]”:false},”type”:”media”,”field_deltas”:{“1”:{“format”:”default”,”alignment”:”center”,”field_file_image_alt_text[und][0][value]”:false,”field_file_image_title_text[und][0][value]”:false}},”link_text”:null,”attributes”:{“height”:445,”width”:1000,”class”:”media-element file-default media-wysiwyg-align-center”,”data-delta”:”1″}}]]
Jonatan probó marihuana por primera vez a sus 16 años. Y luego, siguieron otras drogas, que lo mantuvieron durante 15 años bajo adicción. Creo que la rebelión y desobediencia hacia mis padres me llevó a este gran error, dijo él.
A pesar de tener una buena infancia, donde sus padres fueron ejemplo y le mostraron el buen camino, el ministerio demandó mucho tiempo, y la soledad le afectó durante su adolescencia.
Fue de esa grieta donde Satanás sacó provecho, sembró en mi corazón malos sentimientos y me alejé del evangelio. Traté de buscar otra identidad, otra forma de vivir y otros propósitos por mi cuenta rechazando todas las enseñanzas que me dieron.
Fueron años de autodestrucción y mucho dolor. No tenía control sobre su vida, vivía en la calle; y se dio cuenta que necesitaba ayuda porque si no, moriría.
Pasé por centros de rehabilitación y aunque Dios quería que me rinda a Él, yo no estaba dispuesto porque sabía que esa vida era la que tanto me habían hablado mis padres. Tenía un gran rechazo en el corazón, una herida y trauma que me lo impedían, dijo Jonatan.
Pero el hecho que marcó un quiebre en su historia, fue cuando sus padres le invitaron a vivir lejos de la ciudad y su ámbito. Me enviaron al sur, me encomendaron y de a pocos comencé a construir con mi padre una cabaña en la Patagonia, contó Jonatan.
Sus padres le devolvieron todo el tiempo que no le habían podido dar y Dios empezó a tocar su corazón. El 16 de enero del 2016 hice un pacto con Dios en mi casa, me arrodillé, le rendí mi pasado, presente y futuro, y acepté la vida y promesas que Él tenía para mí, dijo Jonatan.
Prometió nunca más consumir drogas y alcohol, y en una semana de lucha y clamor, Dios cortó su adicción y dependencia. Lo que nunca pude hacer por mi propia cuenta, Él lo hizo en un instante. Dios sanó la relación con sus padres y todo lo que habían vivido. Fue un proceso de perdón y confesión.
Pude experimentar una nueva relación con ellos; fuimos muy cercanos y mi padre fue también mi amigo y mentor, dijo Jonatan, que hoy en día sirve a Dios junto a su esposa. Me di cuenta de que tenía unos padres grandiosos. Me acompañaron en mis procesos, perdonaron tantas ofensas mostrándome el amor de Dios. Nunca me forzaron a tomar decisiones; solo esperaron y confiaron en Sus promesas, dijo Jonatan. Cuando Dios llama, no deja cavos sueltos. Dios incluye a la familia; no quiere que sus hijos se pierdan o que el ministerio mismo sea de tropiezo en la familia. Somos los seres humanos que cometemos errores, pero aun así Dios tiene un plan para que esos hijos pródigos regresen a casa y Él mismo se encarga de cuidarlos durante el proceso, concluyó.