¿Deberíamos ser voluntarios todos?

Algunos piensan que el hacer voluntariado es un favor que le hacemos a otros, que debemos pensarlo bien antes de invertir nuestro tiempo en otras cosas o personas fuera de nosotros mismos. “El voluntariado está unido a la vida piadosa de todos los cristianos y discípulos de Cristo, ya que es necesario darle cumplimiento a nuestra tarea primaria que es la de ‘hacer discípulos’, y sin el voluntariado el evangelio sería solo un instrumento ruidoso”, nos dice David Escalona, misionero venezolano en su país.

Mientras tengamos una relación más cercana a Dios, nuestras ganas de servir y ser canal de bendición a otros, será mayor. “Ser voluntario es un gran privilegio y una oportunidad de servir a una amplia expresión. Diríamos que es vivir en integridad y servicio tras los pasos de Jesús”, dice Olguita Cásula-Laínez, movilizadora en Honduras y voluntaria con COMIBAM.

¿Deberíamos ser todos voluntarios? La respuesta es sí, la vida cristiana no se trata de uno mismo, si vivimos de manera egoísta, pensando solo en nosotros y nuestro bienestar, entonces no estamos reflejando un verdadero cambio en nuestras vidas por Jesús. Hoy en día tenemos mil formas de ser voluntarios, tanto en nuestra iglesia local como en nuestra comunidad; muchas veces no requiere de mucho tiempo. Así que si no estás sirviendo, simplemente estás buscando una excusa. Hay un dicho antiguo en las iglesias que dice: “El que no sirve, no sirve”.

Dispuestos a salir de la comodidad

La experiencia más impactante para mí fue en la entrega de una silla de ruedas. Fui a Chincha junto a un amigo solo para entregar una silla.

¿Por qué alguien iría hasta allá, con sus propios recursos para entregar una silla? Eso fue lo que le pregunté, quería saber qué lo había motivado. Me contó que la niña que visitaríamos había solicitado la silla varios meses atrás, y que se encontraba en lista de espera. Pero esta situación iba a tardar algunos meses más. Su mamá había llamado a Alcance (departamento de responsabilidad social de Camino de Vida) para saber cómo iba el proceso. Al enterarse de eso, decidió cambiar el futuro de esa pequeña. La acción más pequeña siempre es más que la intención más grande.

Tomó la silla y decidió ir, me llamó para que lo acompañe y fuimos. La entrega fue un momento único. Ver la cara de felicidad de la niña, las lágrimas de la mamá y la verdadera pasión por los demás de este amigo, me hicieron ver qué tan real y genuino es el preocuparse por el prójimo.

Necesitamos más corazones dispuestos a salir de su zona de comodidad e ir por aquellos que más lo necesitan. Juan Carlos Lynch, voluntario con Camino de Vida, Perú

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