Emanando la fragancia dulce de cristo

El voluntariado es la respuesta instantánea al llamado de Dios, es decidir dar un paso adelante sin que nadie te obligue a hacerlo. Y se traduce también en agradecimiento a lo que Dios hace por nosotros, expresado en nuestras acciones hacia los demás.

El voluntario debe estar preparado a ayudar a los demás dejando de lado muchas veces sus propias necesidades. “Sea que esté a cargo de un grupo de voluntarios o forme parte de este, el voluntario siempre debe estar dispuesto a dar ejemplo, servir a los demás, antes de tener la facilidad de mandar”, dijo Carlos Lamprea, pastor, conferencista y director del Ministerio de Equipos Móviles JuCUM, Colombia.

“Además, debe cumplir el compromiso de invertir su tiempo y estar presente para ayudar a otros en momentos críticos”. El voluntario desarrollará su vida espiritual, así como su relación con las otras personas. “La meta es que el voluntario crezca en su relación con Dios, y a la vez forme discípulos, se debe discipular y hacer seguimiento a una persona o varias, sino simplemente se cae en asistencialismo”, dijeron Alejandro Poma y Marisel Rojas, misioneros con JuCUM Ecuador.

Asi mismo, el éxito del voluntariado -como actividad llevada a cabo por un equipo- es cuando este llega con olor grato a Dios.

“La actividad no va a tener éxito si lo ejecutamos con relaciones rotas, frías, o enfermizas”, dijo Steve Moore, pastor y misionero en Perú.

“Emanar fragancia dulce de Cristo implica que vamos a confrontarnos mutuamente, como cuando veamos flojera o poca disposición de cumplir con tareas y responsabilidades según lo acordado... Pero lo diferente es que vamos a instar, urgir, exhortar y confrontarnos mutuamente con humildad y mansedumbre, para la gloria de Dios, y no simplemente para demostrar lo lindo, inteligentes, santos y buenos que somos”.

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