Sin discipulado no hay misión
El más grande problema en la Iglesia no es el pecado, ni la falta de visión misionera. El más grande problema en la Iglesia es la falta de discipulado.
Si un cristiano es bien discipulado, él sabrá clamar a Dios por ayuda frente al pecado o la tentación. Mientras mejor conozca a Su Salvador, conocerá el corazón apasionado por las almas de Su Señor.
El discipulado es la base de nuestras vidas en Cristo. Sólo así los hijos de Dios podrán crecer, servir, dar y conocerlo cada vez más y más para que lleguen hasta lo último de la tierra.
Discipulado significa enseñar a los nuevos creyentes cómo crecer en el Señor, pero la idea no es solo un estudio sino un acompañamiento como de un padre al hijo.
Es un proceso que dura toda la vida, comienza, continúa y no tiene fin. No dice: ¡ya llegué! Dura toda la vida y nadie puede decir ya me gradué.
Es un modo de vida. Un modo de pensar distinto. Es la mente de Cristo en contraposición con la mente del mundo secular sin Dios.
Es la calidad de la relación. Jesús y yo, con nosotros mismos y la relación con otros seres humanos.
Es la profundidad de la entrega y el compromiso bien pensado. Es profundo, no superficial. Afecta todo nuestro ser y distingue quién es discípulo de aquel que no lo es.