Retos para los misioneros autóctonos
En Myanmar, a pesar de las montañas inclinadas, la oposición, y una nueva ley que estipula que solo el gobierno puede aprobar todas las conversiones religiosas, un pastor indígena dice que el
Espíritu Santo no se ha detenido. Dios se está moviendo rápido en nuestro país, más que nunca, entre los Myanmas y los animistas Karen, dijo el pastor.
Nuestros trabajadores están dando capacitación a los nuevos cristianos sobre cómo compartir el evangelio entre su propio pueblo.
El gobierno da un estado especial al budismo, ampliamente practicado entre la mayoría birmana, y el líder del ministerio dijo que estaba sorprendido por las incursiones del evangelio entre los Myanmas en los últimos dos años. Los grupos minoritarios, como los Karen también están aceptando cada vez más a Cristo, y el ministerio ha visto éxito en alcanzar a los Kayan, especialmente al subconjunto Padaung, y otros grupos primitivos. Dicen que, si llegan a ser cristianos, provocarán al espíritu ancestral de sus padres y cosas desafortunadas les sucederá a ellos, pero poco a poco son capaces de aprender que Dios, es el Dios más poderoso y Él los protegerá, dijo el pastor. Sin embargo, hay todo un proceso legal a la hora de convertirse. Aunque el arrepentimiento es personal, tienden a tener controles burocráticos, el presidente Thein Sein el 26 de agosto de 2015, firmó la Ley de conversión religiosa, que tiene por objeto restringir las decisiones religiosas.
Ésta indica que aquellos que deseen cambiar las creencias, deben tener a una entrevista y participar en estudios religiosos de hasta 90 días antes de que puedan obtener la aprobación para la conversión en las tablas de registro establecidos en los municipios.
El castigo por convertirse ilegalmente sería intención de insulto, falta de respeto, destruir o abusar de la religión por lo cual sería penalizado con hasta dos años de cárcel, de acuerdo con la Comisión sobre Libertad Religiosa Internacional, quien teme que esta disposición daría motivos a los miembros abandonar las religiones y evitar cargos criminales vengativos contra los que han abandonado el budismo.
La nueva ley añade más obstáculos para el avance del mensaje de Cristo en los pueblos donde los misioneros indígenas ya enfrentan amenazas, privación y violencia por parte de los monjes budistas, seguidores de creencias animistas nativas y funcionarios locales.
Por lo cual, la Iglesia tiene también el reto de orar por ellos