La Disciplina del Ayuno
A menos que sea antes de alguna prueba médica, el ayuno es un concepto extraño para algunos de nosotros, mientras que otros lo hacemos porque es un evento programado en la iglesia.
El ayuno es la deliberada negación temporal de comida, con el propósito de agudizar nuestro enfoque en Dios.
Cuando el hambre golpea, el que ayuna dirige sus pensamientos a Dios, a la oración, a su necesidad de Él. El ayuno está vitalmente ligado a la oración como una disciplina doble, que nos conduce a Cristo, encontrando en Él nuestra vida, nuestra fuerza, nuestro todo.
Somos seres dependientes. Somos totalmente dependientes de Dios para cada respiro, cada latido, y cada bocado de comida. Pero nuestra mayor necesidad es la necesidad de Él. Jesús, citando a Moisés, nos recordó que “el hombre no solo vive de pan, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios”.
Uno puede ayunar con el propósito de profundizar la intimidad con Dios, usando el hambre que uno tiene de orar más sinceramente y más fervientemente. Así como el hambre de comida es real, así nuestra hambre de Dios debe volverse más real (Zac. 7:5). Uno puede ayunar y orar por las necesidades espirituales de otros (Marcos 9:29) o en preparación para un ministerio especial (Mt. 4:1).
Para algunos de nosotros, ayunar de la tecnología puede ser un sacrificio mayor que dejar de comer. Dios simplemente quiere nuestra concentración. Ayunar de alimentos o de cualquier otra “necesidad” o “deseo” puede darnos esa concentración.
¿Cómo empezar?
Algunos ayunan desde el amanecer hasta el ocaso y otros 24 horas, usando las horas de las comidas y otros momentos como más tiempo para orar. La dependencia de Dios, no la duración, es la clave.
¿Qué Tipo de Recipiente eres tú?
Como misionero necesitas llenarte constantemente de Dios, porque la labor que vas a realizar no es algo que pueda hacerse por pura fuerza humana, sino que necesitas de Su gracia y de Su Espíritu Santo.
No puedes pretender salir a dar algo que no estás recibiendo tú primero. Entiende que tu batalla es espiritual y requiere de las armas espirituales que Dios nos ha dado, esas que se cultivan a diario.
Necesitas ser un recipiente del Señor para que de ti desborden las maravillas de Dios y no, las maravillas del misionero.
Tú podrías ser un recipiente:
Gotero: Si dejamos que Dios nos llene con un gotero, cuando servimos y damos de nosotros, se nos acaba rápido todo lo que hay para dar.
Taza: Pasamos un buen tiempo con Dios en un retiro, un lindo devocional, la iglesia y nos llenamos mucho más, pero una taza tiene sus limitaciones, si no se sigue llenando de todas formas se agotará el contenido.
¡Dios tiene una mejor idea! Una manguera conectada Él quiere que estemos llenos de Él y que nunca nos quedemos vacíos, secos o agotados.
Si mantenemos nuestra conexión a la fuente, podemos servir hasta rebosar.
¿Cuál de estos recipientes has sido últimamente? Y, ¿cuál quieres ser?
