Una lucha contra las expectativas

En la cultura latina, es común que las hijas solteras no salgan de casa hasta que se casen. Entonces, mientras están solteras, se asume que uno de sus principales roles es cuidar de sus padres.

Estos estereotipos han encasillado a las mujeres latinas desde los tiempos antiguos, y se repite tanto con las hijas únicas o cuando los otros hermanos ya están casados. En cualquiera de las situaciones, se espera que la hija se quede con sus papás y no salga de casa a menos que tenga un esposo.

“Hay expectativas muy fuertes acerca de lo que las hijas mujeres deben hacer, y en este caso, lo que se espera de ellas no es que vayan al campo misionero, sino que cuiden a sus padres, que no los dejen solos, que los asistan y acompañen, etc. Entonces si alguna de ellas tiene llamado misionero, la salida al campo puede tornarse especialmente difícil”, dijo Jessie Ritchey, doctora y consultora en cuidado integral.

Muchas veces no es por parte de los padres, sino de la sociedad y hasta la iglesia. Cuando ellas comparten su llamado, por lo general se ven cuestionadas por el hecho de estar solteras. Se piensa solo en los peligros y los desafíos de ser “una mujer soltera” en el campo, y en algunos casos incluso se les descalifica.

“Puede ser una lucha, porque si eres la única soltera en la familia, culturalmente creen que deberías cuidar a tus padres, pero si sientes el llamado del Señor, entonces hay una lucha interna”, comentó.

Tomar una decisión y sentir paz al respecto, no es fácil. Luchar contra las expectativas y lo que se espera puede resultar más duro de lo que parece, y el corazón de las obreras está cargado, lleno de preocupaciones e ideas que dificultan su salida.

“Cuando entendí mi llamado, tenía una fuerte preocupación por mi mamá. Me preguntaba quién cuidaría de ella. Conversé con una amiga misionera sobre mi lucha y sus consejos me ayudaron a recordar que Dios tiene un tiempo para todo y que, si Él me estaba llamando, una vez más, arreglaría la situación”, menciona Juana, misionera peruana.

Juana también recordó que no estaba sola, y se apoyó en sus hermanos, siendo conciente de que podían y debían ser parte de esto.

A pesar de que los estereotipos intentarán encasillar a las mujeres y muchas veces hacer más difícil que sigan su llamado, Dios está sobre todo eso y pone a las personas adecuadas para ayudarlas y traer paz a sus corazones.

Mujeres en misión
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