No ha sido un sacrificio, si no un regalo

Tenía 4 años cuando empecé a orar por Chad, África en una alfombra dedicada a la oración por la ventana 10/40. Mi mamá nos inculcó la intercesión por los lugares donde no ha llegado el Evangelio, desde muy niños. Esto marcó mi corazón: hacer a Cristo conocido en las tribus y pueblos lejanos.

Tuve el privilegio de crecer en una familia apasionada por expandir Su Reino sin importar el lugar, los recursos o la comodidad. Mis papás siempre decían “si no vamos con mis hijos, entonces ninguno va, porque ellos son parte del equipo”; así que estuvimos en muchos retiros, viajes, clases de misionología, hermenéutica, y ministerio de alabanza y de niños, como un gran equipo misionero.

A mis 6 años iniciamos la aventura de salir de Chile a Ecuador, caminando por fe, obedeciendo el llamado, con corazones rendidos, atravesando enfermedades y milagros, abundancia y escases, crisis y bendiciones que aumentaron mi fe. ¡El carácterde Cristo se formaba en nosotros! Abriendo obras en lugares vulnerables, peligrosos, no evangelizados y ver que: “donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia”.

Puedo describir a mis papás como ‘guerreros de fe’, revolucionarios y apasionados por Cristo, despojados completamente, valientes, sencillos de corazón; no hay perfección, hay un Dios perfecto que los usa por su misericordia y hoy con más años, Dios los está enviando a su tierra prometida: “la tribu Waorani” ¡Qué gran broche de oro!

Mis padres apasionaron mi corazón por las misiones desde mi niñez y el fruto es que hoy continúa su legado. Tengo 28 años y con mi esposo servimos a Dios en la selva de Ecuador con los niños de las tribus Shuar y Achuar, compartiendo de Su amor inagotable.

Llegar a ser hija de misioneros, no ha sido un sacrificio sino un regalo que Dios me ha dado.“¿Cómo oirán si no fueren enviados y como creerán si nadie les predica?”

Belén, hija de Patricio y Cecilia Ramos, pastores misioneros

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