Hambre por el evangelio

Fabrizio y su equipo visitaban los campos de refugiados iraquíes en la frontera de Jordania y en un mes 41 musulmanes respondieron al evangelio y le dieron sus vidas a Jesús.”Un día un grupo musulmanes se nos acercó y nos dijo que buscaban a la gente del Libro porque los habían escuchado hablar sobre Abraham e Isaac y querían saber más”, dijo él.El equipo les preguntó si solo buscaban información sobre Abraham, pero ellos dijeron que buscaban a Jesús. Uno de estos jóvenes era un líder en otra sección del campamento.
”Dentro del campamento hay muchos creyentes, así que los reunimos para capacitarlos en cómo compartir el evangelio y plantar iglesias. Cinco jóvenes musulmanes estaban escondidos en los arbustos alrededor de las tiendas y escuchando las historias. Al día siguiente, éstos llegaron junto a algunas mujeres para preguntar cómo podían aceptar a Jesús”, añadió él.
El contexto de los campos de refugiados, marcado por el desplazamiento, la incertidumbre y la pérdida, podría parecer un terreno árido para la fe. Sin embargo, fue precisamente en este entorno donde el mensaje de Cristo resonó con fuerza. Los refugiados, muchos de los cuales habían dejado atrás sus hogares y posesiones, encontraron en el evangelio una fuente de consuelo y propósito. La mención de “la gente del Libro” sugiere un respeto previo por las Escrituras cristianas, posiblemente influenciado por el Corán, que reconoce a Jesús como una figura significativa. Este trasfondo cultural facilitó un puente para el diálogo, pero fue la búsqueda activa de Jesús lo que marcó la diferencia.
El equipo de Fabrizio no solo predicó, sino que empoderó a los nuevos creyentes. La capacitación para compartir el evangelio y establecer iglesias refleja una visión estratégica: transformar a los buscadores en portadores de la luz. Los cinco jóvenes escondidos en los arbustos, escuchando con avidez, simbolizan la curiosidad y el riesgo que muchos estaban dispuestos a asumir por conocer la verdad. Al día siguiente, su valentía los llevó a dar un paso más, acompañados por mujeres del campamento, lo que indica que este movimiento abarcaba a toda la comunidad.
Este relato no es aislado. En los últimos años, se han documentado casos similares en contextos de crisis, donde la vulnerabilidad humana abre puertas al evangelio. La historia de estos 41 conversos es un recordatorio de Mateo 5:6: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados”. En el caos de un campo de refugiados, el Espíritu Santo obró, atrayendo corazones a Cristo.
El impacto de esta labor trasciende los números. Cada persona que aceptó a Jesús representa una vida transformada, una historia de redención que puede inspirar a otros. La capacitación de los creyentes asegura que el evangelio no se detenga, sino que se multiplique, creando comunidades de fe en los lugares más improbables. Este “hambre por el evangelio” es un testimonio de que, incluso en la adversidad, la búsqueda de Dios encuentra respuesta.