Un oasis de esperanza para los niños fulani
La esperanza del evangelio está siendo ofrecida a una comunidad muy especial en Benín: los talibés, niños pequeños —principalmente del pueblo fulani— que mendigan en las calles.
Estos niños son enviados por sus familias a escuelas coránicas llamadas daara, internados donde se les enseña a estudiar los textos sagrados. Reciben clases muy temprano en la mañana y nuevamente al anochecer. También asisten a las mezquitas para las cinco oraciones que marcan el ritmo del día.
Cuando no están estudiando el Corán, los talibés vagan por las calles de la ciudad pidiendo limosna. A menudo merodean por restaurantes o puestos de comida para recoger sobras. Parte de lo que reciben se lo entregan a su maestro. A cambio, sus padres no pagan por su educación.
En la daara, estos niños —algunos de los cuales dejaron a sus familias desde los cinco años— desarrollan un sentido de comunidad, con todos los desafíos que eso implica. Duermen sobre esteras en el suelo, como en casa, pero con poco acceso a higiene o atención médica. Los niños talibés no son respetados en la sociedad, y la violencia física y moral forma parte de su vida cotidiana.
Pero ¿por qué las familias envían a sus hijos a instituciones así? Más allá de la ambición de que algún día se conviertan en maestros del Corán, hay una razón muy práctica que las impulsa a hacerlo:
“Enviar a un hijo a una escuela coránica es una boca menos que alimentar”,
explica Melissa*, una trabajadora misionera que sirve en Benín.
Sin embargo, desde hace algunos años, casi 150 niños talibés han estado recibiendo cuidado y amor.
“Fue Dios quien envió a estos niños a la estación misionera de SIM”,
explica Melissa. En aquel tiempo, algunos talibés asomaban la cabeza por la cerca del recinto para pedir comida. Consciente de su vulnerabilidad, una de las misioneras sintió la necesidad de actuar. Así nació, con humildad y respondiendo a las necesidades más básicas, un club para los niños talibés dentro de la estación misionera.

Cada mañana, a las 8:00, los niños llegan a la puerta de la misión para recibir su desayuno. Melissa los recibe y les sirve. Y cada martes por la tarde, los talibés vienen en gran número para comer, jugar, recibir atención médica, aprender a leer y contar, lavar su ropa o darse una ducha. Lo que encuentran allí supera con creces lo que reciben en la daara. Es un verdadero baño de amor y bondad el que los espera.
“Aquí se sienten realmente amados”,
dice Margaret*, una joven francesa que sirvió en este ministerio durante algunos meses entre 2023 y 2024.
“Recientemente,” cuenta Melissa, “un niño del club tosía mucho. No tenía idea de que estuviera tan enfermo. Pero una doctora misionera que nos visitaba lo examinó y descubrió que tenía una neumonía severa. Lo llevé a la clínica para más pruebas, y se descubrió que tenía anemia y tuberculosis. Fue tratado y sanado. Después le dijo a un voluntario beninés: ‘¡Es increíble lo que los blancos hacen por nosotros!’ Palabras así nos animan a perseverar en este testimonio de amor.”
Este amor hacia los talibés no se limita al cuidado físico.
“Cada martes les contamos una historia de la Biblia que muestra algún aspecto del carácter de Dios. A veces la ilustramos con una dramatización,”
explica Margaret. Un traductor les relata la historia en su lengua materna, el fulfulde. El equipo los anima a hacer preguntas sobre lo que escuchan, lo que a veces provoca reacciones interesantes.
“Como han sido educados en la escuela coránica, cuestionan algunas de las verdades que compartimos. Eso da lugar a conversaciones muy enriquecedoras,”
añade Margaret.

La esperanza es que estos pequeños discípulos de los maestros coránicos se conviertan algún día en seguidores convencidos de Cristo, quien los ve con todo su valor. Y aún más:
“Nuestra oración audaz es que cada niño lleve el evangelio a su familia y a su aldea cuando regrese. El pueblo fulani sigue siendo un grupo étnico bastante resistente al evangelio,”
explica otra trabajadora.
Este ministerio, aún muy joven, tiene un gran potencial.
“Es un milagro que tantos niños vengan cada martes sin que sus maestros los detengan,”
dice Margaret. Mientras las puertas sigan abiertas, hay mucho por hacer por estos niños.
“A veces nos sentimos impotentes ante tantas necesidades,”
admite Melissa.
Ella sueña con ver más obreros uniéndose a la misión, especialmente hombres de origen fulani y profesionales de la salud, para poder responder a las enormes necesidades no atendidas de estos niños.
Oremos
- Para que el ministerio hacia los talibés continúe, sin importar quiénes sean los obreros que sirvan en el campo.
- Para que los niños lleguen a comprender plenamente quién es Jesús y lleven la esperanza del evangelio a toda la comunidad fulani.
- Para que Dios levante más obreros dispuestos a servir entre los fulani en Benín.
Por Janine Schmidt
*Los nombres han sido cambiados por razones de seguridad.
Este artículo fue publicado originalmente por SIM Francia-Bélgica en francés.