El liderazgo y las peras del vecino
En las confesiones de Agustín vemos un relato bastante interesante en el segundo libro, donde cuenta una anécdota que enfatiza el creernos soberanos pudiendo comparar esta característica al papel del líder. Agustín compara esta posición con el acto de robar algunas peras del árbol del vecino, argumenta que él llevó a cabo este hurto pero ni siquiera para saciarse, sino más bien para dárselas a los puercos, deleitándose por el único hecho de que era algo prohibido.
Agustín continúa el relato contando que su posición importante (soberanía) intentó imitar al Dios soberano al momento de robar las peras, al hacer lo que le placía porque podía hacerlo, ya que al romper las normas él se declaraba Dios: Porque la soberanía imita la altura, mas tú eres el único que estás sobre todas las cosas, ¡oh Dios excelso! Y la ambición, ¿qué busca, sino honores y gloria, siendo tú el único sobre todas las cosas digno de ser honrado y glorificado eternamente?.
El papel del liderazgo siempre ha sido un cargo con muchas oportunidades para sentirnos soberanos y hacer brillar nuestra propia luz, es por eso la importancia de mejorar nuestra capacidad de buscar responsablemente consejeros, pastores ó ancianos como círculo de apoyo. Recordemos que al asumir un liderazgo nos enfrentamos a un juicio superior al que podamos tener cada uno de nosotros en la tierra.
Hermanos míos, que no se hagan maestros muchos de ustedes, sabiendo que recibiremos un juicio más severo. Santiago 3:1
El equipo Graham: Juntos hasta el final
Hace varios años fui invitado a Washington para asistir a la ceremonia en la que el Dr. Billy Graham recibiría la medalla de honor del congreso. La rotonda del Capitolio estaba repleta, con multitud de oficiales del gobierno y docenas de dirigentes mundiales. La ceremonia fue patriótica, solemne y muy loable.
Cuando el Dr. Graham se puso de pie para recibir la medalla, observó el premio y calmadamente dijo: Esta medalla, en realidad no es para mí. Esta medalla es para nuestro equipo. Hemos estado juntos cuarenta y cinco años. Sin ninguno de sus miembros, mi vida no habría sido la misma. Le debo mucho a mi equipo.
Luego comenzó a decir, uno por uno, los nombres de lo que habían formado el núcleo de su ministerio evangelístico. A medida que los pronunciaba, luchaba por contener la emoción. Aun así, no pude comprender cuán profundamente el Dr. Graham y sus asociados valoraban a su equipo hasta que, tiempo después, pude disfrutar junto a él de una visita a su residencia en Montreat, Carolina del Norte. Él me guió por el parque de su casa y me señaló las casas de algunos de los miembros del equipo que habían construido alrededor. Al parecer, cuarenta y cinco años de estar juntos no era suficiente para este equipo tan fuertemente unido. Aunque se acercaba el final de sus vidas, deseaban permanecer juntos cuidando y apoyándose unos a otros, de la misma manera en que lo habían hecho a lo largo de sus años de ministerio. Me sentí profundamente conmovido por su compromiso de estar juntos todo el tiempo hasta el final.
Bill Hybels, pastor y escritor