Una labor que nació en el corazón de Dios

Es una labor espiritual que nació en el corazón de Dios, como parte del cuidado integral que se debe dar a cada misionero.

Requiere dar seguimiento (hasta donde sea posible), del estado de salud física, espiritual y emocional de los familiares más cercanos (puede que sean padres, hermanos, abuelos, etc). El seguimiento se realiza a través de llamadas telefónicas donde se les escucha, consuela, brinda consejo y se ora por ellos.

El realizar esta labor ha significado un privilegio para mí y me ha permitido comprobar la gran necesidad que hay de atenderles, ya que muchos familiares viven emociones encontradas.

Además de las llamadas telefónicas tenemos 3 cafecitos al año donde nos reunimos todos y es un tiempo para compartir, escuchar testimonios, meditar juntos sobre la palabra de Dios y fortalecernos mutuamente. Estos han sido tiempos muy ricos donde muchos familiares se han sentido comprendidos y en la libertad de expresar sus pensamientos y sentimientos sobre tener a alguien que aman tanto lejos sirviendo al Señor.

Conversé con el papá de una obrera que sirve en un país donde hay mucha persecución contra los cristianos. Por lo general, en llamadas anteriores, él reaccionaba con llanto, angustia y temor de recibir malas noticias sobre la integridad física de su hija. Fue un tiempo especial de escucharlo, darle palabra de Dios y levantar sus brazos en oración.

En esta llamada su respuesta fue “Estoy muy bien de salud, con paz y muy fortalecido por el Señor, a pesar de que recientemente hubo ataques terroristas. Ya no tengo miedo, sé que Dios cuida y protege a mi hija donde quiera que ella esté”. Lo escuché, me alegré con él y al final oramos dando gracias a Dios por su infinito amor.

También me comuniqué con la mamá de un misionero que está sirviendo en Oceanía junto con su esposa e hijos. Al saludarla y enviarle un fuerte abrazo por teléfono, abrió su corazón y comenzó a llorar fuertemente; me comentó que es divorciada y que su mamá – con la cual vivía – falleció hace un año. Tiene dos hijos más, pero me dijo que nunca se preocupaban por ella, que eran indiferentes, su dolor era muy grande porque su hijo misionero era el que siempre fue muy amoroso y especial con ella. Extrañaba mucho a sus nietos, a los cuales no ve desde hace 4 años. Tomamos un tiempo para orar por ella y su familia que está lejos y el Señor hizo su obra aquietando su corazón.

Una vez conversé con la mamá de un obrero que sirve junto con su esposa e hijos en el Sudeste Asiático. Me comentó muy afligida que casi no conoce a sus nietos, que ya no recuerda cómo son, ni su nombre y edad; además se enteró que su hijo y familia han tenido que vivir en lugares inadecuados, con alimentación escasa, lo cual ha sido muy doloroso para su corazón de madre, tanto que ya no tiene lágrimas para llorar. Me dijo que está muy enojada con Dios por todo esto.

Luego de conversar un buen rato, me permitió orar por ella, y fue un lindo tiempo donde Dios la fortaleció con paz, amor y esperanza.

La mamá de otra misionera me comentó que hace un par de meses estuvo muy mal, hospitalizada por la diabetes que padece. Llorando me comentó que estaba perdiendo la vista producto de esta enfermedad y que no tenía cerca a nadie de confianza con quien hablar. No quería contarle a su hija que está lejos porque no quiere preocuparla.

Después de orar, colgó el teléfono en paz, confiando en el Señor.

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