¿Un corazón envanecido por la sabiduría?

Jesús a lo largo de su ministerio develó lo peligroso del orgullo para nuestras vidas y lo mucho que Dios mismo aborrece este pecado y cuando hablamos sobre ministerios como Apologética es importante ser conscientes que ninguno es inmune al orgullo.

Salomón mismo nos recuerda en Proverbios 6:17 sobre los “ojos soberbios”, lo que lo lleva luego en Proverbios 16:5 a mostrar que no son solo los ojos, también lo es nuestro corazón: “Abominación al Señor es todo el que es altivo de corazón; ciertamente no quedará sin castigo” que, en lugar de albergar compasión, humildad y amor, nuestros corazones fácilmente pueden llenarse de vanagloria, moralidad, superioridad por el intelecto o hasta en peores casos, abuso espiritual.

C.S. Lewis aseguró: “De acuerdo con los maestros cristianos, el principal defecto y el mayor mal, es el orgullo. La fornicación, la ira, la avaricia, las borracheras y todo eso, son meras picaduras de pulga en comparación con él; fue por orgullo que el diablo se convirtió en el diablo. El orgullo conduce a todos los demás defectos, es el completo estado de la mente en contra de Dios”.

En el Salmo 10, David declara que el orgullo es ateísmo: “El impío, en la arrogancia de su rostro, no busca a Dios. Todo su pensamiento es: ‘No hay Dios’” (Salmo 10:4).

No importa cuál sea nuestro círculo, cuán grande sea nuestra plataforma, cuánto sepamos o cuán elocuentes podamos ser, ninguno está libre de caer en el orgullo. Randy Alcorn, director y fundador de Ministerios Eterna Perspectiva dice: “El mayor peligro de la notoriedad es que empiezas a pensar en ti. Entonces, la gente existe para servirte. Esto es exactamente lo opuesto a la mentalidad de servicio. Jesús vino a servir, no a ser servido”.

Es sencillo poder caer a través de nuestra búsqueda de conocimiento, en un círculo vicioso de preferir ser servidos o mirar desde el pedestal a los demás, pero recordemos que Dios no necesita de nuestras grandes habilidades o de nuestro gran conocimiento. Él es soberano y este mundo está en sus manos.

A pesar del orgullo y de todo lo que esto conlleva, este pecado también puede ser perdonado y limpiado justamente por quien se humilló a sí mismo y como diría Tim Challies, pastor y teólogo: “La esperanza de la orgullosa humanidad es la fe humilde en el humilde Salvador. Confiese su orgullo, reciba su perdón y viva para su gloria”.

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