¿Un corazón envanecido por la sabiduría?

Foto de Alexander Suhorucov: https://www.pexels.com/es-es/foto/hombre-de-camisa-blanca-de-pie-junto-a-la-ventana-de-cristal-6457513/

Jesús a lo largo de su ministerio develó lo peligroso del orgullo para nuestras vidas y lo mucho que Dios mismo aborrece este pecado y cuando hablamos sobre ministerios como Apologética es importante ser conscientes que ninguno es inmune al orgullo.

Salomón mismo nos recuerda en Proverbios 6:17 sobre los “ojos soberbios”, lo que lo lleva luego en Proverbios 16:5 a mostrar que no son solo los ojos, también lo es nuestro corazón: “Abominación al Señor es todo el que es altivo de corazón; ciertamente no quedará sin castigo” que, en lugar de albergar compasión, humildad y amor, nuestros corazones fácilmente pueden llenarse de vanagloria, moralidad, superioridad por el intelecto o hasta en peores casos, abuso espiritual.

C.S. Lewis aseguró:

“De acuerdo con los maestros cristianos, el principal defecto y el mayor mal, es el orgullo. La fornicación, la ira, la avaricia, las borracheras y todo eso, son meras picaduras de pulga en comparación con él; fue por orgullo que el diablo se convirtió en el diablo. El orgullo conduce a todos los demás defectos, es el completo estado de la mente en contra de Dios”.

En el Salmo 10, David declara que el orgullo es ateísmo: “El impío, en la arrogancia de su rostro, no busca a Dios. Todo su pensamiento es: ‘No hay Dios’” (Salmo 10:4).

No importa cuál sea nuestro círculo, cuán grande sea nuestra plataforma, cuánto sepamos o cuán elocuentes podamos ser, ninguno está libre de caer en el orgullo. Randy Alcorn, director y fundador de Ministerios Eterna Perspectiva dice: “El mayor peligro de la notoriedad es que empiezas a pensar en ti. Entonces, la gente existe para servirte. Esto es exactamente lo opuesto a la mentalidad de servicio. Jesús vino a servir, no a ser servido”.

Es sencillo poder caer a través de nuestra búsqueda de conocimiento, en un círculo vicioso de preferir ser servidos o mirar desde el pedestal a los demás, pero recordemos que Dios no necesita de nuestras grandes habilidades o de nuestro gran conocimiento. Él es soberano y este mundo está en sus manos.

A pesar del orgullo y de todo lo que esto conlleva, este pecado también puede ser perdonado y limpiado justamente por quien se humilló a sí mismo y como diría Tim Challies, pastor y teólogo: “La esperanza de la orgullosa humanidad es la fe humilde en el humilde Salvador. Confiese su orgullo, reciba su perdón y viva para su gloria”.

El bizcocho de la tía Hilda y las limitaciones de la ciencia

Imagina que mi tía Matilda ha horneado un bizcocho, y se lo entregamos a un grupo de los mejores científicos mundiales para que lo analicen.

Los bioquímicos nos informarán sobre la estructura de las proteínas, las grasas y otros componentes del bizcocho; los químicos, sobre los elementos contenidos en él; los físicos podrán analizar el bizcocho en términos de las partículas fundamentales; y los matemáticos, qué duda cabe, nos ofrecerán una serie de elegantes ecuaciones para describir el comportamiento de esas partículas.

Ahora ya sabemos cómo se hizo el bizcocho y de qué está hecho, pero imagina que ahora preguntamos a los científicos por qué se hizo ese bizcocho.

La sonrisa en el rostro de tía Matilda evidencia que ella sabe la respuesta, porque fue ella quien hizo el bizcocho. Pero sin duda es evidente por sí mismo que los mejores científicos del mundo no serán capaces de decirnos, basándose en sus investigaciones, por qué ella hizo el bizcocho. Nunca lo averiguarán, a menos que ella les revele la respuesta. Las ciencias naturales pueden abordar las preguntas sobre la naturaleza y la estructura del bizcocho, pero no pueden responder “por qué”, la pregunta sobre el propósito. La ciencia tiene sus limitaciones.

John Lennox, apologista cristiano, doctor de matemáticas en la universidad de Oxford

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