¿Nos tenemos que amar a nosotros mismos para poder amar a los demás?
Hay en la Biblia un llamado a negarnos a nosotros mismos.
Pablo nos exhorta además a que no tengamos un concepto de nosotros más alto que el que debemos tener, sino más bien pensemos de nosotros mismos con moderación. Muy distinto a las autoinstrucciones y a la ley de la atracción que promueven las modas de pensamiento humanista y que refieren al amor propio. Por otro lado, no existe una contradicción en estas materias con el cuidado y atención a nuestra mente y cuerpo. Tenemos una responsabilidad de mayordomía para con aquello que Dios nos ha otorgado en esta vida. No solamente el cuerpo, sino el corazón y todo lo que conlleva. Glorificamos a Dios y servimos mejor cuando nuestro cuerpo y corazón están bien cuidados, sanos y guardados para servir a los propósitos eternos. Esto incluye nuestros aspectos físicos, afectivos, emocionales, relacionales, etc.
Pero estos cuidados integrales no son una excusa para promover el amarnos a nosotros mismos, menos si es que lo usamos como la excusa para poder amar a otros en consecuencia. El poder para amar a otros no está en amarnos a nosotros mismos; está en el amor de Dios por nosotros. «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:34-35).
Acerca de Mateo 22:39, es preocupante la cantidad de mensajes o coaching en nuestras iglesias que hacen énfasis en el único fragmento bíblico que les permite justificar el supuesto llamado hacia el amor propio y que dejan de lado aquello que efectivamente es el propósito y la intención del texto y que además se sustenta en todas las Escrituras. Cuando en el versículo 38 y 39 Jesús resume la ley en el amor a Dios y al prójimo, está dando por sentado que ya existe en nuestros corazones el amor propio. Por eso se nos llama a amar a los demás como ya nos amamos a nosotros mismos. En la parábola del buen samaritano (Lucas 10: 30-37), Jesús nos enseña que debemos tratar a los demás así como nos trataríamos a nosotros mismos. La naturaleza caída ya nos hace amarnos demasiado y poner nuestras necesidades como prioridad, como lo hicieron el sacerdote y el levita de la parábola. Pero el samaritano es el que externaliza y evidencia en renuncia y desprendimiento el amor del que Jesús está hablando en la historia. Se expuso por alguien que no era ni siquiera un amigo o un familiar (sino todo lo opuesto) y utilizó sus recursos en beneficio del desconocido. El samaritano simplemente hizo lo que hubiese anhelado que hicieran con él en esas circunstancias. Amó a su prójimo como a sí mismo. Ni más ni menos.
“Tenemos una responsabilidad de mayordomía para con aquello que Dios nos ha otorgado en esta vida. No solamente el cuerpo, sino el corazón y todo lo que conlleva. Glorificamos a Dios y servimos mejor cuando nuestro cuerpo y corazón están bien cuidados, sanos y guardados para servir a los propósitos eternos”. Rolando Campos
El argumento a favor de la promoción del amor propio suele ser que nadie puede dar aquello que no posee, por eso debemos amarnos primero a nosotros mismos. Pero estas ideas provienen de una distorsión del concepto del amor bíblico. El amor que promueve el humanismo y las corrientes de pensamiento predominantes se alejan mucho del amor que nos describe la Biblia. Lo que tenemos que entender es que jamás tendremos desde nuestra naturaleza quebrada el amor para amar a nuestro prójimo como es debido y como nos muestra el ejemplo de la parábola. Nuestro estado de depravación solo nos orienta hacia la búsqueda de nuestro propio beneficio y, como mucho, del de los nuestros. Hay un profundo egoísmo incluso en nuestras expresiones de amor más sinceras.
Los cristianos sabemos que amamos a Dios porque Él nos amó primero. Es en el poder del amor de Dios por nosotros que encontramos el poder para amar a nuestro prójimo. Y no amar como sentimiento, sino como Jesús nos amó, con hechos. Con su propia vida.
Rolando Campos, psicólogo y director de Movida Perú