Busca la ayuda adecuada: Un misionero y su diagnóstico de depresión

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Me diagnosticaron depresión cuando volví del campo misional; pero mirando hacia atrás, puedo ver que estaba presente mientras estaba en el extranjero. Por años confié en mi propia fuerza y traté de evitar que se hiciera oficial. Recuerdo cuando alguien me dijo que tenía depresión y yo respondí: “¿Por qué tengo que estar deprimido? ¿Por qué no puedo simplemente estar triste?” Recuerdo haber visto el frasco de recetas de un amigo y pensar con aire de suficiencia: “Yo no”. Desde entonces, he aprendido que la depresión es más que tristeza y que recibir tratamiento no es motivo de vergüenza. 

Debería haberlo sabido mucho antes, pero no había buscado ni escuchado las voces adecuadas.
A menudo me despierto por la mañana, lleno de pavor, con mi mente corriendo de un pensamiento negativo a otro, buscando al azar las razones de la pesadez. Y siempre se me ocurren multitud de razones. Tengo una tendencia a olvidar las cosas, pero cuando se trata de mis propios defectos, errores y fracasos, no importa cuánto tiempo haya pasado, tengo una memoria fotográfica. Agrego a eso las palabras punzantes que imagino que mis amigos, compañeros de trabajo y miembros de la familia me dirían si fueran completamente honestos, y ya tengo en qué pensar.

“Doy crédito a la gracia que Dios me ha dado a través de la medicación, la amistad, los sabios consejos, la empatía y el amor incondicional. Pero no puedo afirmar que mi equilibrio mental está bien ahora y siempre lo estará”. Craig Thompson

A veces, esas mañanas oscuras se convierten en días enteros de oscuridad. En mis días más oscuros, mis defectos eran todo lo que veía cuando me miraba al espejo y la parte de mi pensamiento que sabía que la imagen no era cierta, era silenciada. En mis días más oscuros, no quería suicidarme, pero no quería estar vivo. Todavía tengo días oscuros, pero han pasado varios años desde mi peor momento.

Doy crédito a la gracia que Dios me ha dado a través de la medicación, la amistad, los sabios consejos, la empatía y el amor incondicional. Pero no puedo afirmar que mi equilibrio mental está bien ahora y siempre lo estará. Si tan solo admitir la lucha contra la depresión fuera una panacea. No lo es, pero puede conducir a la sanación. Admitir la lucha no es todo el viaje, pero es un paso en una dirección necesaria. ¿Y si lo hubiera admitido mientras trabajaba en el extranjero? ¿Cómo habría afectado a mi familia? ¿Habríamos acortado nuestro tiempo en el extranjero? ¿Nos hubiéramos quedado más tiempo? Simplemente no conozco las respuestas. Sin embargo, desearía haberlo admitido antes.

Ojalá hubiera podido entender antes lo que estaba pasando dentro de mi cabeza y compartirlo con quienes me rodean. Ojalá hubiera podido, en ese entonces, haber abierto la puerta para dejar entrar la luz en mi oscuridad y poder decir en la oscuridad de los demás: “No estás solo”.

Craig Thompson, misionero junto a su familia en Taiwán, en su artículo “La depresión y mi otro día”.

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