A Dios le importa más tener el 100% de mi corazón que darme el 100% de mi sustento

Foto de Ravi Roshan: https://www.pexels.com/es-es/foto/dinero-monedas-efectivo-moneda-14907309/

Cuando decidí servir en el ministerio a tiempo completo, renuncié a mi empleo y sueldo fijo. ¡Mi familia pensó que estaba loca! Pero estaba tan enamorada de Dios que acepté sin pensarlo dos veces. Nadie me habló de cómo obtener fondos. Trabajando ahí, me di cuenta de que el levantamiento de sustento era como un mal necesario y que muy pocos latinos tenían éxito. Un día, recibí el entrenamiento del SRS. No era la típica charla de una hora donde te dan versículos sobre el dinero. Nos enseñaron a movilizar a la iglesia, involucrarla en lo que Dios está haciendo en las naciones. Aprendí que mi trabajo era invitar a las personas a ser parte de ello, pero llegar al cien por ciento de mi presupuesto siendo latina, parecía improbable. Sin embargo, luego de dedicarle cuarenta horas semanales por seis meses, lo logré. 

En el camino entendí varias cosas. A Dios le importa mucho más tener el cien por ciento de mi corazón que darme el cien por ciento de mi sustento, eso es dependencia. Es un proceso que requiere esfuerzo, recursos, determinación, perseverancia, pero sobre todo seguridad. Tener la convicción de que eso es lo que debemos estar haciendo, que Dios nos llamó y no podemos huir de su voz. 

Hubo mucha gente que no me contestó el teléfono. Algunos contestaron, pero no quisieron tomarse un café conmigo para escuchar sobre ministerio y otros prometieron hacerlo, pero nunca llegaron. Así aprendí a ser valiente. La batalla más grande para levantar finanzas empieza en el corazón, el dinero es la parte fácil. Aprendí que cada vez que tomaba el teléfono y alguien me respondía, era la provisión de Dios. Cuando tenía conversaciones donde accedían a reunirse conmigo, era Su mano. Entonces, cuando por fin llegaba el día para sentarme a conversar con ellos, para hablarles de mi llamado y mi ministerio, no había absolutamente nada que yo pudiera hacer para convencerlos sobre nada, solo esperar la providencia de Dios una vez más. Dios proveyó personas que me comenzaron a apoyar, personas que entendían la visión a la cual fui llamada. Cada persona que aceptaba apoyarme tenía una historia de cómo mi ministerio era una respuesta a sus oraciones. Luego de seis meses, estaba completamente financiada. 
Cuando decidí servir en el ministerio a tiempo completo, renuncié a muchas cosas, pero estaba tan enamorada de Dios que acepté sin pensarlo dos veces y lo volvería a hacer, una y otra vez.

Melissa Román, coordinadora de SRS para Latinoamérica

 

Ningún lugar de América Latina es tan pobre como para no ofrendar

Sumpango es un pueblo ubicado en el occidente de Guatemala y su producción es netamente agrícola. Las personas siembran especialmente arvejas y otras legumbres. Todos pensamos que la región es pobre, como muchos otros lugares rurales. Pero los hechos demuestran todo lo contrario. Irene es de Sumpango y realizó sus estudios bíblicos en un seminario cercano. 

Ella le compartió a su pastor y a su director que Dios le estaba llamando a Asia. Se realizó el proceso. Todo estaba listo y fui invitado a predicar en el culto de envío de Irene. Caminé hacia el altar muy emocionado, pero Irene antes de subir las gradas al escenario me dice: “Obed, no tengo dinero para los boletos, son $2,500 dólares aproximadamente”. Llegué al púlpito y en mi mente dije: “¿es de noche, la gente no trae dinero sin aviso, son pobres y ahora que hago?” Prediqué un pasaje de Filipenses 4, sobre Socios en Misión y como Pablo agradecía a esa iglesia su participación en la obra del Señor. 

Luego le dije a la congregación sobre la situación de Irene y que levantaran la mano aquellos que conocían a Irene y de nuevo pregunté que quiénes de ellos querían que fuera a India la semana siguiente. Todos levantaron la mano. Así que pedí que ofrendaran generosamente para este propósito y pasaron los canastos para ofrendar. 

En mi mente me consolé que Irene no iría al campo de misión y que iba a seguir el ministerio en la iglesia, y me bajé del púlpito. Mientras cantaban unos cantos de alabanza y para despedirnos, vino corriendo el tesorero de la iglesia y con los ojos desorbitados me dice “¡si se pudo! ¡Sobrepasamos lo que usted pidió para los boletos de avión de Irene!” Me volví a quedar inerte, dos sustos en una misma noche no era saludable, pero mi mente estaba ahora desorbitada diciendo, “¿Cómo esta gente pobre, que solo vende hierbas puede recoger tanto dinero?” De allí en adelante ningún lugar de América Latina me puede decir que son tan pobres para no ofrendar. 
No es asunto de finanzas, sino de gestionar bien las bendiciones. 

Obed Cruz, Exdirector de SIMLA, movilizador y facilitador

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