El desafío de compartir la fe como químico

Mi nombre es Oscar Quiroga y soy misionero. Sirvo en Juventud con una misión (JUCUM) en Bogotá, Colombia; y desde aquí hasta el resto de Latinoamérica. Mi actividad principal está vinculada al discipulado de las siete partes de la nación: familia, religión, educación y ciencia, economía, medios de comunicación, celebración (artes, deportes y recreación) y gobierno civil. Empecé con esta tarea a tiempo parcial en 1997, pero en 2010 me dediqué a tiempo completo. 

Soy químico de profesión con estudios en filosofía, educación y en transformación de naciones. Nosotros capacitamos personas para discipular a otros. Es decir, una vez que las personas son alcanzadas ¿cómo podemos enseñarles todo lo que Jesús nos ha mandado? Usamos mi formación como químico y mis estudios en filosofía para las áreas de apologética y pensamiento cristiano. Junto al equipo realizamos misión local, la misión de la obra y misión transcultural, siempre enfocados en el discipulado.

Escogí servir a Dios con mi profesión porque creo que Dios quiere que una vez las personas sean alcanzadas puedan ser discipuladas. Además, queremos que aquellos que no son alcanzados por el evangelio debido a sus pensamientos, puedan estar expuestos a la verdad y así, el Espíritu Santo pueda obrar en ellos.

Lo más difícil de servir a Dios a través de la profesión es que, para los cristianos, es extraño. Pero una vez que entienden que es parte de la misión, lo reciben. Y para los no cristianos, que son compañeros y colegas de profesión también es extraño. Por lo tanto, creo que los cristianos no hemos estado tan presentes en las áreas de desarrollo profesional con los principios de Dios junto con los no creyentes. O también, como cristianos, presentar a los no creyentes formas de servicio a través de la profesión. 

Mediante este ministerio varias personas han sido alcanzadas, se les ha predicado el evangelio, se han convertido y son siervos fieles gracias a eventos que hemos organizado en universidades donde enseñamos acerca del pensamiento cristiano y la manera en la que entendemos la verdad.

Los no cristianos que me rodean saben que soy cristiano porque servimos a tiempo completo en la misión. Así mismo, los colegas con los que trabajé profesionalmente antes de dedicarme a tiempo completo, saben que estoy realizando esta tarea. A algunos les parece extraño, pero otros han llegado al Señor gracias a eso. Cuando trabajaba “de forma secular” y mis compañeros sabían que yo era cristiano. La forma de compartir mi fe era enseñando los principios de Dios en todo lo que hacía. Quería hacerles entender, a través de mis acciones, que los principios de Dios son los únicos que generan libertad y son la verdad. 

Un consejo para quienes están desarrollando su profesión es invitarlos a razonar bíblicamente su profesión, entender los principios bíblicos de esa profesión para empezar a vivirlos y compartirlos con las personas. Estudien el método para ponerlo en práctica y así el otro podrá razonar a partir de las evidencias y guardar esas experiencias y aprendizajes. 

Compartir la fe en el trabajo, y más aún en el ámbito científico, es un desafío. Pero en la medida en que entendamos los principios del conocimiento de Dios vamos a llevar a la gente a razonar con sus propias herramientas. Es decir, su propio razonamiento y sus propios prejuicios por los que no creen en Dios. Por ejemplo, si estamos hablando de la razón de ser de todo lo que existe, los vamos a llevar a ver que es más lógico creer que existe un diseñador y un creador que creer en el azar. Esto no se hace desde un punto de vista religioso sino haciendo un acercamiento al tema desde un punto de vista científico porque la ciencia es el lenguaje que Dios creó para explicar toda su creación.

En el caso de las predicaciones dentro de la iglesia son orientadas a temas generales como la familia; pero no debemos olvidar que Dios piensa en individuos, naciones y generaciones. La mayoría de las prédicas en las iglesias van orientadas a individuos y si acaso a familias. Sin embargo, considerando el concepto de nación, debemos incidir con nuestra prédica en las siete áreas de la nación. Nuestra labor como misioneros también es capacitar al liderazgo de la iglesia para que ese tipo de prédicas se den los domingos. Como misioneros nuestra responsabilidad es sentarnos para estudiar cada una de esas partes, vivir y enseñar estas verdades a través de lo que hacemos. Lamentablemente, muchos misioneros todavía están muy apáticos a encarar este proceso. Nosotros entendemos que la Gran Comisión se lleva a cabo “enseñándoles todas las cosas que les he enseñado a ustedes,” dice Jesús. 

A los ancianos de la iglesia me gustaría decirles que ellos son responsables de la iglesia de manera local. La misión de la iglesia es local, es la obra y es transcultural. Nosotros, como misioneros, estamos en ese trabajo. Entonces, les dijo a los ancianos: Enseñen la importancia que tiene la iglesia local y cómo, a partir de la localidad, se puede hacer la obra y la misión transcultural. Para ello es necesario que se enseñe lo que Dios ha mandado respecto a cualquier tema, brindando los conocimientos necesarios para la vivencia local, para la obra y para la vivencia transcultural.

La influencia que hemos logrado en compañeros de trabajo al exponerlos a la verdad ha sido fruto del Espíritu Santo. Así hemos logrado predicar el evangelio en el momento en que presentamos la verdad mediante el razonamiento. Algunos han recibido a Cristo, otros no. Pero, sobre todo, la influencia se da cuando los llevamos a razonar a partir de la verdad. Muchos, teniendo la verdad en frente la han negado, son responsables de ello. Pero el basarnos en las evidencias de la verdad es la influencia primaria que podemos ejercer. 

 

Oscar Quiroga, químico y misionero con JUCUM

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *